Por Laura Glasman
La semana pasada, cuando informaba sobre los juicios por daños y perjuicios que se iniciarán mutuamente con la AMBB, el periodista Carlos Quiroga se quejó de los cuestionamientos que la AMBB había hecho de su integridad periodística. Seguidamente, explicó que, contrariamente a lo expresado por dirigentes de esa entidad, la presencia en la audiencia de recusación de Long estaría limitada a las partes, tratando de disuadir a los oyentes de que concurran a solicitar el ingreso a la misma. Para subrayar la futilidad de un eventual reclamo ciudadano para que la audiencia se abra al público, el periodista afirmó “por decisión del tribunal esas audiencias están exclusivamente destinadas a las partes, es decir, los terceros no pueden participar. Es más, ni siquiera hubiera podido hacerlo, si no se hubiera suspendido la audiencia en diciembre, la hija de Glasman, a la que habían traído especialmente desde los EEUU.
Esta afirmación sobre mí es falsa. Primero, de haberlo querido, podría haberme ofrecido como testigo y SI participar de la audiencia de recusación. Sin embargo, no lo hice. Y no lo hice porque mi viaje a Argentina SÓLO tuvo el objetivo de subsanar algo de lo que el fiscal Long, su secretaria y algunos periodistas amigos, han ayudado a desintegrar. El pasaje fue comprado desde MI computadora, con MI tarjeta de crédito el dos de diciembre, es decir, ANTES de que fijara la fecha audiencia de recusación, que se fijó el siete de diciembre. Por supuesto que no necesito ni me interesa iniciar un juicio por daños y perjuicios a mí también. El periodista, como buen periodista, sabrá desmentir lo que afirmó si le interesa su integridad.
La afirmación del periodista no sólo es errónea si no también distorsiona mi carácter. ¿O acaso parezco del tipo que alguien lleva a algún lado? Aprovecho también para aclarar, dadas la insistentes afirmaciones de algunos integrantes del mismo gremio, que mis gastos los pago yo, y que yo pienso lo que yo considero verdadero y justo pensar, sin necesidad de que alguien me tenga a explicar como son las cosas.
La ocasión también me es útil para decir que es intolerable que se mienta diciendo que mi hermano, mi tío y yo obtuvimos u obtenemos dinero gracias al asesinato de mi padre, tal como lo hace, en un diario digital, un comentarista que se esconde cobardemente tras el nombre de algún dios del Olimpo. Este comentarista sólo sería uno más en la serie de comentaristas que insultaron a mi hermano, mis tíos, y a mí, si no fuera porque sus ideas acerca del crimen suenan tan extrañamente parecidas a las del fiscal Long, lo cual tampoco sería digno de mención si estas ideas tan similares no fueran también tan particularmente estrambóticas.
En efecto, ¿cuál es la probabilidad de que dos personas diferentes recurran a la película Gladiador para metaforizar el crimen de Glasman?; ¿será p < 0.00000000000000001 o, para ser optimistas, p < 0.00000000000000002?
Lamentablemente, y como es obvio para todos, este tipo de afirmaciones, que primero pretendían instalar en la opinión pública a fuerza de repetición (el siempre vigente Goebbels…) que cometemos fraude contra nuestro propio padre, han colaborado ahora con otros intentos de neutralizar nuestros esfuerzos para recomponer algo de los escombros que Long y sus acólitos han dejado a su paso. Es que nosotros hace rato que sabemos lo que son daños y perjuicios.
Por último, invito a que todos los ciudadanos apoyen públicamente la apertura a los medios y al público de las audiencias en las que se juzgará la acción de Long en la causa Glasman. Peticionar ante las autoridades no es crear un espectáculo, una escena, o un escándalo; es un derecho constitucional. A pesar de que Long así lo crea, difamar, sembrar cizaña y defender a los muchachos de club no son actos republicanos dignos de ser publicados. Juzgar la actuación de un funcionario de gobierno, lo es.
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