Por Laurie Glasman
Durante seis años he callado mientras soy testigo de una tragedia familiar. Ya no puedo callar. No puedo callar porque les tengo que dar una voz a mis hijos, víctimas inocentes de esta tragedia.
Recuerdo con gran dolor una noche en Londres despertar a las 2 de la mañana porque sonaba el teléfono de Eduardo. Recuerdo a Eduardo contestar la llamada, sentado en la cama y ponerse pálido. Nunca lo había visto así. Recuerdo los gritos de Laura por el teléfono, “¡Mataron a Papá!”, “¡Lo mataron!”, “¡Mataron a Papá!”. Recuerdo la cara de Eduardo, su incredulidad y horror. Ése fue el momento, a las 2:00 AM hora de Londres, cuando cambió el curso de nuestras vidas.
Ahora, seis años después, no sólo un asesino le arrebató su abuelo a mis hijos, sino que mis hijos han perdido a su abuela; hemos perdido la posibilidad de compartir con nuestros hijos los viajes que solíamos hacer a Bahía Blanca, y, más que nada, les hemos heredado a nuestros hijos, a los nietos de Felipe, una historia de asesinato, mentiras y ataques.
Felipe siempre me dijo que quería nietos. Yo tenía cuatro meses de embarazo cuando lo mataron. Es irónico que uno de sus últimos pensamientos fuera que iba a ser abuelo. Fue muy triste entrar a su consultorio de la calle Saavedra y encontrarnos con una foto del ultrasonido de su nieta. Lo es aún más cuando su nieta nos pregunta: “¿Dónde está el abuelo Felipe?”, “¿Lo vamos a ver cuando nos subamos al avión, porque está en el cielo?”. ¿Cuál va a ser nuestra respuesta cuando nos pregunte por qué lo asesinaron? Sr. Long, ¿me puede usted dar esa respuesta?
Sr. Long, en una de las últimas conversaciones que tuvo con Eduardo, dijo que a la única que le importaba la muerte de Felipe era a Betty. ¿No le parece que en esta familia hay más víctimas? ¿Usted realmente cree que no nos importa a Eduardo, a Laura, a mis hijos y a mí?
Sr. Asad y Sres. Periodistas, ¿cuál es su motivación para atacar a nuestra familia?
Sres. Periodistas, ¿ganan ustedes más dinero si publican falsedades y convierten una tragedia familiar en una telenovela?
Sr. Asad, ¿gana usted más prestigio atacando a nuestros abogados e instigando a que una viuda declare hechos que no son reales?
Yo me pregunto todos los días ¿qué ganan ustedes con todo esto? ¿Qué o quiénes los impulsan? ¿Por qué creen necesario difamar públicamente al padre y a la tía de mis hijos? ¿Por qué, señores, mienten sobre Eduardo y Laura Glasman en sus declaraciones y notas en la prensa? ¿No creen que es suficiente que lo hayan matado a Felipe?
Algún día, espero, se conocerá la verdad. Algún día espero poder, con mi familia, terminar el duelo por Felipe.
Sr. Long, Sr. Asad, Sres. Periodistas, ¿les queda claro que aquí hay más víctimas?
Laurie Glasman
Recuerdo con gran dolor una noche en Londres despertar a las 2 de la mañana porque sonaba el teléfono de Eduardo. Recuerdo a Eduardo contestar la llamada, sentado en la cama y ponerse pálido. Nunca lo había visto así. Recuerdo los gritos de Laura por el teléfono, “¡Mataron a Papá!”, “¡Lo mataron!”, “¡Mataron a Papá!”. Recuerdo la cara de Eduardo, su incredulidad y horror. Ése fue el momento, a las 2:00 AM hora de Londres, cuando cambió el curso de nuestras vidas.
Ahora, seis años después, no sólo un asesino le arrebató su abuelo a mis hijos, sino que mis hijos han perdido a su abuela; hemos perdido la posibilidad de compartir con nuestros hijos los viajes que solíamos hacer a Bahía Blanca, y, más que nada, les hemos heredado a nuestros hijos, a los nietos de Felipe, una historia de asesinato, mentiras y ataques.
Felipe siempre me dijo que quería nietos. Yo tenía cuatro meses de embarazo cuando lo mataron. Es irónico que uno de sus últimos pensamientos fuera que iba a ser abuelo. Fue muy triste entrar a su consultorio de la calle Saavedra y encontrarnos con una foto del ultrasonido de su nieta. Lo es aún más cuando su nieta nos pregunta: “¿Dónde está el abuelo Felipe?”, “¿Lo vamos a ver cuando nos subamos al avión, porque está en el cielo?”. ¿Cuál va a ser nuestra respuesta cuando nos pregunte por qué lo asesinaron? Sr. Long, ¿me puede usted dar esa respuesta?
Sr. Long, en una de las últimas conversaciones que tuvo con Eduardo, dijo que a la única que le importaba la muerte de Felipe era a Betty. ¿No le parece que en esta familia hay más víctimas? ¿Usted realmente cree que no nos importa a Eduardo, a Laura, a mis hijos y a mí?
Sr. Asad y Sres. Periodistas, ¿cuál es su motivación para atacar a nuestra familia?
Sres. Periodistas, ¿ganan ustedes más dinero si publican falsedades y convierten una tragedia familiar en una telenovela?
Sr. Asad, ¿gana usted más prestigio atacando a nuestros abogados e instigando a que una viuda declare hechos que no son reales?
Yo me pregunto todos los días ¿qué ganan ustedes con todo esto? ¿Qué o quiénes los impulsan? ¿Por qué creen necesario difamar públicamente al padre y a la tía de mis hijos? ¿Por qué, señores, mienten sobre Eduardo y Laura Glasman en sus declaraciones y notas en la prensa? ¿No creen que es suficiente que lo hayan matado a Felipe?
Algún día, espero, se conocerá la verdad. Algún día espero poder, con mi familia, terminar el duelo por Felipe.
Sr. Long, Sr. Asad, Sres. Periodistas, ¿les queda claro que aquí hay más víctimas?
Laurie Glasman
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