domingo, 5 de octubre de 2008

Crónica de un sainete inadmisible

Por Sara Glasman

Cómo podríamos, los familiares de la víctima, aceptar que la tragedia se vea convertida en una parodia del peor de los sainetes? (género popular argentino que merece nuestro respeto aunque está fuera de lugar aquí, en la sala de un tribunal donde se desarrolla el juicio oral al presunto ejecutor de un crimen mafioso). Esta es pues la escena.

Los personajes:

1) El fiscal Christian Long. Antes del comienzo del juicio, Héctor Gay, periodista de la radio local, leyó un escrito donde su elogio a la actividad del fiscal se mide por el grosor de la causa, una enorme cantidad de fojas iniciadas antes por otras fiscales y sus respectivos investigadores. El mismo periodista, ante el rechazo del tribunal de la declaración del imputado Vidal en calidad de testigo, se manifiesta sorprendido por la complicación de un código de procedimientos que parece entorpecer la labor del fiscal. Pero ese código es aquél que todo fiscal debe conocer y sus reglas son aquellas que cualquier jurista debe acatar. De modo que el problema no está en el Código, sino en aquél que se esmera en desconocerlo. Fue Long quien causó la imposibilidad del testimonio de Vidal, por no atenerse a las reglas, a pesar de las advertencias de las que fue objeto. El fiscal actúa guiado más por el objetivo de defender a “importantes personajes de la vida bahiense” (como los nombra) que en su función de acusar al presunto ejecutor. Tanto, que comienza su interrogatorio a un jefe de investigaciones preguntando si había encontrado alguna prueba de participación en la autoría intelectual por parte de Linares, Mena, Larraburu, Vidili o Sánchez.

2) El jefe de la UICO, de nombre Carballo, especialista en la investigación de delitos complejos, como la denominación de su agrupación lo anuncia, supone “por descarte” que el crimen fue por recompensa remuneratoria, y presume la autoría intelectual de amigos de Felipe “porque la viuda se lo dijo”. En esta ocasión no aclara si halló o no conexión entre los no tan importantes personajes y el presunto ejecutor.

3) El abogado de la viuda, Miguel Angel Asad, es el primero y único que afirma que a Felipe lo mataron porque quería “socializar la medicina”. Su ideología empobrece su imaginación: escucha la palabra obra “social” y ese término le evoca al Che Guevara. Si así fuera, tendría como enemigos desde Barrionuevo y Nosiglia, pasando por todos los sindicatos, las prepagas, y hasta el médico harto de cobrar un sueldo magro trabajando en un hospital recóndito sin disponer de los insumos necesarios. Motivar el crimen en la disminución de los sueldos de Ochoa y Carignano hace descender la dignidad de Antígona a la chabacanería de cualquier cholula de barrio. El currículum del inefable Asad es visitable por Internet; uno se entera que defiende a quienes son sospechados de cómplices en la fuga de un represor de la dictadura militar en Bahía Blanca. Este hombre, ubicado en las antípodas ideológicas, políticas y éticas de mi hermano, ¿puede estar interesado en las razones por las que mataron a Felipe?

4) La viuda, después de acusar públicamente a los “personajes importantes”, aparece ahora diciendo lo que Long y la UICO quieren: que quien habría mandado matar a Felipe sería un amigo que lo traicionó. Afirma que ella pidió el pasaje a la Unidad Funcional de Long, como si no fuera la AMBB quien lo hizo. Somos demasiados los testigos que la escuchamos acusar a Linares, Mena, Sanchez, Larraburu, etc, habiendo incluso publicado una carta en La Nueva Provincia en respuesta a afirmaciones de Larraburu sobre Felipe. Agrega que dos devotos amigos de Felipe como Palacios y Partnoy habrían “vaciado” una computadora que tan vacía no estaba, y encima incluye al doctor Vecchi en presuntas afirmaciones acerca de que habrían llevado el cuerpo de Felipe primero a una ¡Maternidad!? Para después, frente a la indignación de Vecchi quien la increpó, decir que tal vez se habría equivocado. Repite que lo mataron porque quería socializar la medicina –afirmación que primero había hecho Asad- y niega al mismo tiempo que le hayan indicado lo que tenía que declarar.

5) El diario digital La Brújula. Es la manifestación paradigmática del síntoma que llamamos sainete, llevada a sus extremos más obscenos. Aparecen presuntos comentaristas –no sabemos si son varios o el mismo con distintos alias- que adoptan motes pretendidamente ingeniosos, pero ridículos y patéticos, como “neumonólogo Edgar Gajo”, “urólogo Aquiles Meo”, “proctólogo Matías Queroso”. Se dedican principalmente a elogiar a Long y a denostar e insultar a los hijos y a sus abogados, a la AMBB y en muchas oportunidades a Felipe mismo. Constituyen ese tipo de cortejo fúnebre que nadie invitó pero acuden en manada de cuervos a comer empanadas y contar chistes malos. Un diario digital se convierte en un programa de chimentos.

Así ha comenzado el juicio que tanto hemos esperado. Ya hay quienes, en Bahía, dudan de la condena de Colman. Esperemos que algo o alguien reconozca el estatuto trágico y político del crimen que nos afecta, no sólo como familiares, sino también como ciudadanos.

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